Las caras de Bélmez - Primera parte

Cuentan que, en agosto de 1971, María Gómez Cámara, una residente de la localidad andaluza de Bélmez de la Moraleda, salió corriendo a avisar a sus vecinas de que había encontrado una mancha con forma de rostro humano en el suelo de cemento de su cocina, que probablemente no era más que grasa o humedad y, en definitiva, un caso de pareidolia. La vivienda se llenó de gente curiosa durante los días siguientes, hasta que uno de los hijos de María, que estaba comprensiblemente hasta el gorro, destrozó la mancha valiéndose de una piqueta. Pero hete aquí que, en septiembre, apareció otra mancha en el mismo suelo de cemento, la cara más famosa de cuantas se vieron en Bélmez, conocida como la Pava, que aún se conserva. Días más tarde, el caso saltó a la prensa por la cantidad de personas que se acercaban a Bélmez para admirar el fenómeno, porque se organizaban viajes hasta el lugar, y mientras tanto, la familia aceptaba la voluntad por el acceso a la cocina y vendía fotografías de la Pava a diez pesetas la unidad.
Sin embargo, las manchas de Bélmez no se hicieron realmente populares hasta que, en 1972, el diario vespertino Pueblo, uno de los tres más significativos durante el franquismo, publicó una serie de reportajes sobre el asunto, aumentando con ello su tirada en 50.000 ejemplares. A partir de entonces, un buen número periodistas y parapsicólogos llegaron al pueblo, dispuestos a conocer el misterio más cutre que ha dado el mundillo paranormal español, y muchos de ellos se dedicaron a afirmar que se trataba de una manifestación del Más Allá. La conclusión más sensata y más probable, vaya, y con más pruebas que la apoyan, claro; es decir, ninguna.
El caso es que, en 1997,Iker Jiménez junto con Lorenzo Fernández, publicó un reportaje en la mendaz revista Enigmasen el que afirmaba que las caras de Bélmez son auténticas y que su declive de popularidad se debió a “una operación oculta que tuvo como único objetivo aniquilar el misterio”. ¿Pruebas? De nuevo, ninguna. Así, espolearon una cuestión cerrada hacía tiempo y volvieron a correr ríos de tinta absurda en los años siguientes. Y no contento con ello, en 2003, Jiménez publicó un libro con Luis Mariano Fernández asegurando que algunas de las caras se ajustan a las de familiares de María Gómez que murieron en el asedio al santuario de la Virgen de la Cabeza durante la Guerra Civil, incluso manipulando las fotografías

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