Las caras de Bélmez- Final
Mientras tanto, en Bélmez, después de que María Gómez falleciese en 2004, el Ayuntamiento quiso comprar su casa para explotar turísticamente el fenómeno, pero los herederos pedían 600.000 euros por ella. Entonces, de forma muy oportuna, unos parapsicólogos pregonaron que habían hallado nuevas caras (teleplastias, residuos de ectoplasma) en la vivienda en la que María Gómez había pasado su infancia y que, casualmente, era mucho más
barata: de 84.000 euros. Por supuesto, las acusaciones y pruebas de falsificación no tardaron en llegar, como ya ocurrió con las primeras caras.
barata: de 84.000 euros. Por supuesto, las acusaciones y pruebas de falsificación no tardaron en llegar, como ya ocurrió con las primeras caras.
En febrero de 2013, el Ayuntamiento de Bélmez inauguró el Centro de Interpretación de las Caras, un museo sobre las mismas donde antes se encontraba la antigua escuela, que fue financiado con fondos de la Unión Europea: un escándalo vergonzoso que costó la friolera de 800.000 euros de dinero público. Y en septiembre de 2014, Iker Jiménez volvió a la carga en su programa de televisión Cuarto milenio y pretendió demostrar que ninguna de las explicaciones acerca del fraude de las caras era correcta, programa que “no resiste el menor análisis serio” según Javier Cavanilles, autor de Los caras de Bélmez junto con Francisco Máñez. En este libro de 2007, que da título al presente texto por su gran elocuencia, se explica que, entre otras cosas, todos los análisis químicos realizados a las caras durante años confirman el fraude, que “son manchas retocadas” una y otra vez con las mencionadas sales de plata, luego con carbón y lápiz, pintura y otros medios.
Cualquiera puede hacer caras de Bélmez en un suelo de cemento con agua, aceite y vinagre. Lo triste es que, cuando no basta el sentido común para rechazar algo tan ridículo como este caso y es necesario emplear tiempo y esfuerzo para demostrar el fraude, cuando las personas están más dispuestas a creer disparates que explicaciones con los pies en la tierra de lo más sencillas, algo no va bien en nuestras azoteas, y deberíamos hacérnoslo mirar.
Cualquiera puede hacer caras de Bélmez en un suelo de cemento con agua, aceite y vinagre. Lo triste es que, cuando no basta el sentido común para rechazar algo tan ridículo como este caso y es necesario emplear tiempo y esfuerzo para demostrar el fraude, cuando las personas están más dispuestas a creer disparates que explicaciones con los pies en la tierra de lo más sencillas, algo no va bien en nuestras azoteas, y deberíamos hacérnoslo mirar.
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