Tails Doll - Segunda parte

A ver, esta historia tiene una primera parte, así que si no la has visto, te la dejo por aquí: http://teoriajoaquinense.blogspot.com.es/2015/10/tails-doll-primera-parte.html


Esta historia fue publicada en un foro por alguien llamado “IRon7HuMB” que aseguraba que era el mejor amigo del difunto. A partir de ahí el mito de Tails Doll se extendió como la pólvora por Internet. De entre las miles de historias que tratan el tema de la maldición de este muñeco de peluche he seleccionado una que curiosamente traslada el inicio de la maldición a la década de los ochenta.
En Estados Unidos durante la década de los ochenta tuvieron lugar una serie de asesinatos que la policía nunca logró explicar. La matanza más brutal de todas sucedió en una casa donde murieron cinco personas de una forma inhumana y otras dos resultaron gravemente heridas. En la pared se podían leer dos letras escritas con sangre: “TD”.
La policía interrogó a los supervivientes para intentar averiguar qué había sucedido. Uno de los heridos antes de morir aseguró que había sido atacado por un oso con ojos de fuego que estaba cubierto de sangre y que no paraba de saltar. El único superviviente sufrió alucinaciones y pesadillas durante el resto de su vida.
Los medios de comunicación dedicaron un amplio espacio dentro de sus telediarios a este asesino sanguinario, el cuál incrementaba su popularidad matando y firmando las paredes con las letras “TD”, escritas con la sangre de sus víctimas.
La gente de la ciudad dormía todas las noches atemorizada. Los asesinatos se sucedían y nadie lograba atrapar al autor de las matanzas.
Una noche más, una pareja de oficiales lograron divisar una figura extraña en las sombras escribiendo las letras “TD” en la pared de un oscuro callejón durante turno rutinario. No dudaron abalanzarse sobre el sospechoso, pero éste se dió cuenta y escapó corriendo. Los policías pidieron refuerzos y lograron seguirle hasta un cementerio cercano gracias a la estela de sangre que el asesino dejaba a su paso.
Al entrar en el cementerio, los policías no tomaron las debidas precauciones. Les dominaba el ansia deatrapar cuanto antes al criminal, que tantos conocidos se había llevado por delante, y ese fue su error. De repente, uno de ellos cayó al suelo sangrando a borbotones por la garganta y su compañero tuvo que auxiliarlo, pero logró sacar una foto con una cámara que portaba en el bolsillo a la zona oscura del camposanto donde se debía encontrar el criminal. Cuando reveló el carrete la sorpresa fue enorme, al lado de una de las tumbas se podía apreciar la silueta de un oso de peluche con una luz roja en la cabeza portando un hacha en su mano izquierda.

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